La seriedad, honestidad y
responsabilidad con lo que decimos y hacemos refleja nuestra Integridad, es un principio fundamental, ser
íntegro, “decir la verdad”, hacer lo que se dice que se hará, cumplir la
palabra dada, ser responsables y honestos con lo que decimos que haremos, decir
la verdad en toda situación o circunstancia, cualquiera que sea.
Si no somos íntegros con
nosotros mismos, si no somos claros, responsables y honestos primero con
nosotros mismos, no podremos serlo con los demás.
Por las más diversas y hasta
creativas razones y justificaciones, se aprende a mentir, a incumplir las
promesas y los compromisos adquiridos, a no respetar los acuerdos, a no ser
fieles a lo que hemos dicho, a ser ligeros con lo que decimos, hasta el punto
de olvidar que lo dijimos o modificarlo autocráticamente en el camino, todo lo cual
denota irresponsabilidad y falta de integridad.
Si queremos vivir con
integridad, necesitamos ser más serios y exigentes con nuestra palabra y con la
de los demás, prestar más atención a lo que decimos, confirmar si realmente se
corresponde con lo que haremos, para luego asumir el compromiso de cumplirlo,
de otro modo, perderemos credibilidad y confiabilidad ante nosotros mismos, y
ante los demás.
El incumplimiento de la palabra
es un acto de violencia, la desconsideración, la deshonestidad, no hacer lo que
se dice, la impuntualidad, incumplir los acuerdos, son actos hostiles, que
resultan una burla y una falta de respeto hacia los demás, que comprometen
nuestra seriedad e integridad personal, y además fomentan el conflicto y la
discordia.
A todos nos tranquiliza y nos
hace sentir confiados, estar ó relacionarse con alguien que hace lo que dice,
que está comprometido con su palabra y la honra cumpliéndola, alguien que
cumple lo que dice que hará, sea lo que sea, y en caso de que realmente no vaya
a poder hacerlo, lo comunica con tiempo y se disculpa por su incumplimiento.
Cuando alguien actúa así,
transmite seguridad y confianza, factores clave para una relación sana en
cualquier ámbito.
La práctica de la Integridad es
el gran promotor de la armonía, la claridad, la unión y la honra, hacia
nosotros mismos y hacia los demás, por otro lado, siempre hallaremos la falta
de integridad en la raíz del conflicto, los inconvenientes y la discordia en
nuestras relaciones, incluyendo la relación que tenemos con nosotros mismos.
La integridad es el factor
esencial de las relaciones sanas, pacíficas, nutricias y productivas.
La verdad es que vivir con
integridad, ser íntegros con nosotros mismos y con los demás, nos ahorraría una
gran parte de las molestias e inconvenientes que tenemos en la cotidianidad y
en nuestras relaciones de toda índole.
La falta de integridad es una
fuerza venenosa de destrucción en la vida personal, social, laboral y
empresarial, que solo conlleva energía desperdiciada y dificultades que tarde o
temprano salen a la luz para llamarnos a la atención.
Ser responsables con nosotros
mismos y con los demás, involucra inevitablemente ser íntegros, lo cual
significa ser auténtico con nosotros mismos, ser auténtico con los demás, y
hacer lo que decimos que haremos.
Todo el tiempo dejamos huellas
en nuestro paso por la vida, en nuestra propia vida, en la vida de los que nos
rodean y en la vida de todo aquel con quien tenemos contacto.
La calidad de las huellas que
dejamos, depende de lo que decimos y de lo que hacemos, del modo en que nos
conducimos; y la repercusión de esas huellas, afecta impredeciblemente tanto la
vida de otros como la nuestra.
Las huellas que dejamos, son
como una onda expansiva que puede tener efectos positivos ó negativos.
No siempre podemos medir el
alcance y repercusión de nuestros actos, por eso contamos con la evidencia de
los resultados que se nos presentan en la experiencia cotidiana, para que nos
demos cuenta, nos responsabilicemos, evaluemos y midamos las consecuencias de
nuestros actos.
Constantemente nos manifestamos
al mundo a través de múltiples expresiones, entre ellas la palabra, aunque en
muchos casos y esperemos que sean cada vez menos, nos encontraremos con la
evidencia de que, cuando se actúa sin integridad, las palabras y los hechos no
concuerdan, se dice una cosa y se hace otra, en esos casos, es definitivo que,
los hechos marcan pauta ante las palabras.
Lo más revelador acerca de
quiénes somos, es la vida que tenemos, lo que hemos hecho y hacemos en nuestra vida,
lo que hacemos con nosotros mismos y de nosotros mismos, el modo en que nos
conducimos, es justamente esto lo que produce los resultados que obtenemos,
estos son los hechos que transmiten quienes elegimos ser, además de que,
reflejan cuáles son nuestros valores y principios de vida.
“Debes aprender a escuchar lo que la gente
hace, no lo que la gente dice".
Observa su vida, la gente
revela quien es a través de la vida que tiene, a través de lo que ha hecho y
hace en su vida, lo revela con hechos a través de sus hábitos, de su
comportamiento y conducta, a través de lo que elige hacer.
Las palabras de las personas no
siempre están sustentadas por hechos, a veces demuestran que lo que dicen son
sólo palabras.
En ese caso, no sabrás si creer
ó no en ellos, no son confiables, carecen de credibilidad, no son íntegros, sin
embargo, remítete a los hechos, mira su vida, mira lo que hace consigo mismo y
con los demás, mira como se conducen, eso es lo que finalmente revelará la
auténtica Verdad.
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