No es fácil afrontar la formación de mis hijos, después de una segregación y de un divorcio.
Se congregan en mí ser las desazones de mis años vividos.
Sí, he tolerado y he sollozado muchísimo, inconteniblemente y es que la percepción y el alma cuándo son cristalinas se vuelven sutiles, delicadas, hondas y sentimentales a todo lo que te envuelve.
Es ahí donde el sufrimiento, la frustración y el desengaño de los años perdidos, me debilitan y me angustian.
Me mantendré fuerte para sacar siempre adelante a mis queridos y adorados hijos.
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