No soy
tampoco persona que da consejos cuando no se los piden.
Escucho
y trato de aceptar.
Vivo mi
vida y no vivo la vida de los demás, cada ser debe de ser autónomo e
independiente, trato de convertir mi espíritu en un buen intérprete de las
cosas, de los hechos y de las palabras, hasta cierto límite.
No me
gusta vivir en el acecho, en la observación constante.
Odio la
predisposición de inclinarse a la mala interpretación para con las personas,
cada ser es distinto, basta con el problema vivencial de cada hogar y familia
para inmiscuirme en la de los demás.
No
permito que nadie ocasione malestar en mi alma, pues se amilana, se contrae, me
produce dolor físico y espiritual.
No
acuso a nadie, no sabemos que nos deparara el destino.
Tapemos
más bien el mal de otros, afirmemos sus virtudes, no solo sus defectos, cada
persona es dueña de su vida, para que pues censurarle.
Hay que
aprender a guardar la lengua... Y no echarla a andar, cada uno conoce su
pasado...
Unos
más tormentosos, otros más apacibles, nadie es intachable, el ser humano puede
caer, pecar equivocarse.
Pero no
atrevernos a levantar el dedo y señalar con él la falta que otro lleva.
Tal vez
mañana se equivoquen nuestros hijos, nuera, yerno o tal vez nuestros nietos...
Y la vida es larga y está llena de acechanzas.
Tapemos
más bien las faltas ajenas.
¿Por
qué hemos de pretender que lleve una existencia según nuestro criterio? Siempre
estamos rodeados de gente que no es a fin a nosotros.
De eso
esta echa la humanidad.
No se
debe herir con tanta crueldad, hablar mal.
Es
sembrar de males el ambiente donde respiramos, no incubes tus propias decepciones,
meditemos las grandes verdades, cuidemos nuestro honor.
No
murmuremos, no traicionemos.
No
engrosemos la caravana de desconfianza.
Hay que
vivir con la conciencia limpia y la frente en alto.
La
tierra es redonda y sobre ella todo camina, nada se detiene y todo se sabe.
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