Hemos aprendido a querernos, a sobrellevarnos, a seducirnos, a resguardarnos, a poseernos y numerosas veces... tenernos paciencia y aguante.
He aprendido a creer en ti y tú en mí tal como somos, no todos actúan con autenticidad, nosotros somos así.
A aceptar cada amanecer, cada día como un obsequio, como una dádiva y ahora en el otoño de nuestras existencias idealizamos la vida y nos complacemos con pequeñas cosas, como admirar un rayo de sol, sentir el apretón de manos de un infaltable amigo, escuchar una balada y un bolero melodioso y sentimental en la que encontremos paz y armonía para seguir amando.
Apreciar la fragancia de las flores del campo, el resplandeciente atardecer en los litorales del norte y del sur, el olor a tierra empapada de las serranías de nuestro amado Perú.
Y hoy después que pasó el tiempo... observar las travesuras de los nietos y tener el espacio y el momento para compartir ambos en silencio nuestras vidas juntos.
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