Posteriormente de haberte
conocido, en ese desconcierto de escarmiento personal, lesionada de una
separación, me iluminé en amistad con tu apariencia, jamás especulé volver a
descubrir a una persona como tú.
No entendía ya el amor, de pronto me he dejado
envolver por la melancolía, una nostalgia persistía en mi interior por
incalculable tiempo después de mi segregación, que hasta ahora había conseguido
paralizar, un estremecimiento inconfesable se apodero de mi espíritu, después
de muchas notas recibidas debajo de mi puerta.
El
teléfono nunca timbro, pues yo no-tenia y yo devolví tu llamada y me
contestaste tu, y limito mi sollozo de impotencia e incertidumbre que de todas
formas porfía por brotar para reintegrarse a amar, ya que pensé... que nunca me
volvería a enamorar, fuiste tan demostrativamente curador, espontáneo,
entretenido, autentico e inteligente, con una gran sensibilidad hacia la
literatura, la naturaleza y la música, te escuchaba atentamente, tal vez sin tu
darte cuenta tuviste en tus manos mi felicidad, creí en ti e ilusionamos en un
resplandor nuestras presencias.
Nos conocimos en Miraflores, en un café llamado Indianalopis, cicatrizamos cada uno nuestras lesiones y frustraciones, así lo ambicionó el destino...Tu voz, tu rostro, tu pelo cano y tu narrativa sin parar, tu rendimiento fue un gran estímulo para mí, mi corazón estaba partido para volver a conquistar, me escoltaste hasta mi casa, supiste donde vivía; de esa manera empezó nuestra novela... Llegabas después a casa a visitarme como el amigo que toda mujer desolada demandaba, apreciaste a mis hijos, los valoraste constantemente, les traías cada vez un chocolate o unas frunas, té atrevías a ingresar a sus habitaciones a cobijarlos para que no tuvieran frió.
Nos conocimos en Miraflores, en un café llamado Indianalopis, cicatrizamos cada uno nuestras lesiones y frustraciones, así lo ambicionó el destino...Tu voz, tu rostro, tu pelo cano y tu narrativa sin parar, tu rendimiento fue un gran estímulo para mí, mi corazón estaba partido para volver a conquistar, me escoltaste hasta mi casa, supiste donde vivía; de esa manera empezó nuestra novela... Llegabas después a casa a visitarme como el amigo que toda mujer desolada demandaba, apreciaste a mis hijos, los valoraste constantemente, les traías cada vez un chocolate o unas frunas, té atrevías a ingresar a sus habitaciones a cobijarlos para que no tuvieran frió.
Esos gestos tuyos, colmaron mi alma, me diste confianza, estaba
segura que los aprenderías a querer con el tiempo, conseguiste obtener su
afecto y tu generosidad de compartir conmigo y con ellos nuestras vidas, nos
enseñaste a conquistar la naturaleza, compartimos contigo nuestros inaugurales
campamentos a la playa, eso de ningún modo lo habíamos experimentado.
Los
recuerdos serán perdurables e inolvidables.
Por
siempre te seguiré amando y nunca te descuidaré. Miraflores 4 de abril de 1982.
Indianápolis
Café.
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