15 de noviembre de 2011

ANCIANA.

No pretendo ser perfecta, pero si desearía ser una anciana que no saque sé quicio a todo el mundo, que no exaspere a los demás y no vivir de quejas y temores. 
No pretendo cambiar mis patrones de vida, convertir mis canas en aciertos y que fluya el consejo cuando lo pidan, convertir mis arrugas en sonrisas y reflejar lo que llevo dentro del corazón.
Abrirme paso para que me perciban lo menos posible y nunca llegar a ser un estorbo. 
No interferir en el camino de la juventud, nunca censurarles ni rechazarles. 
Admitir las atenuantes que tengan, comprender que los buenos de ahora, son quizás mejores que los de antes. 
Porque transitan por mayores peligros y enfrentan peores tentaciones, no es posible hacer juventud con la vejez, pero si aminorar mi depresión, mi desasosiego y mi inevitable deterioro. 
Cada uno tiene su experiencia y cada uno tiene derecho a vivirla, a experimentarla y a descubrirla por sí mismos, no pretendo llevar a nadie de la mano, cada cual quiere caminar por sí solo su propio destino, solo deseo ser una persona llena de historias, relatos, recuerdos que hablen, de miradas que se van descubriendo y de hechos que hagan pensar, no desperdiciar la vejez.
No mirar los años que pasan con miedo dándoles a estos momentos irrepetibles de una realización completa. 
No hacer de la vejez un lastre y una insignificancia, si no una sombra que fue luz.
Un árbol que dio frutos y un camino que dejo huellas. 
No vivir en la oscuridad como algo inservible, si no seguir viviendo para morir iluminada.

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