16 de noviembre de 2011

LOS LIBROS.

Tengo amigos cuya proximidad me es extremadamente atrayente.
Son de todos los países y de todas las épocas, se han distinguido a la vez en el campo de batalla y en el silencio del gabinete.
Han obtenido grandes distinciones por su conocimiento, es fácil llegar a ellos, porque eternamente están a mi servicio.
Y los acepto a mi lado o los desahucio cuando me place.
Jamás son desacertados y responden a todas las preguntas.
Algunos me relatan los hechos de otros tiempos, otros descubren los secretos de la naturaleza.
Unos me instruyen a vivir, otros a reflexionar.
Otros son mi animación, destierran mis atenciones,
Entusiasman mi espíritu, unos me dan la fuerza del alma y me educan en la importante lección, de contar conmigo misma.
Velozmente me abren el múltiple sendero de todas las artes y de todas las ciencias y puedo confiarme de sus informes, en todos los acontecimientos.
A cambio de ello, solo me piden que les facilite una habitación favorable, en un rincón de mi casa en donde puedan reposar en paz, porque a estos amigos cautiva más la paz de un tranquilo recogimiento, que los sonidos del mundo.

Esos amigos son mis libros.


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